La Lección del Río

Muy de mañana adaba yo en la orilla del Río Mississippi. En una brecha en los arboles que están al lado del río, donde había una pequeña playa que llegaba hasta la mera orilla del agua, me senté para orar y meditar.

Ya estaba esclareciendo al sureste, y las nubes del horizonte se estaban pintando con los colores hermosos de un amanecer. Las aguas de este poderoso río fluían lenta y traquilamente hacia el este, y llenaba la mayoría de mi vista con su extensión. Pues, de ancho tiene cerca de un kilometro.

A la medida que se iluminaban más y más los cielos de colores, también el reflejo pintaba las aguas del río con su belleza. Me llené con admiración al Señor por su creación tan hermosa y  con una profunda gratitud por el hecho que yo existiera y que me daba vida y los sentidos para poder apreciarlo todo.

Empecé a sentir la presencia de Dios en una forma tan cercana y real que mi corazón se desbordaba con su amor. Dentro de mi le dije, "¡Señor, tu poder y amor son tan grandes! ¡Que tremenda y bella tu creación!" También a la vez solo sentí un deseo que él me acariciara con una brisa, y casi inmediatamente sopló un aire fresco, confirmando a mi espíritu su atención a mi corazón. Como dice Mateo 6:8, " ...porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad antes que vosotros le pidáis." ¡Que bello es que el hacedor del universo está tan pendiente de sus amados hijos hasta los pequeños detalles como también nosotros consentimos algunos de los caprichos de nuestros hijos cuando son chiquitos!

Por un largo rato me quedé admirando el creciente colorido del alba, y el tremendo poder y fuerza del río. Era una demostración física tan grande y fuerte y real de lo profundo y eterno del amor de Dios hacia este mundo que no podía detener mis lágrimas al contemplarlo. El grande y disonante contraste que existe entre la severa necesidad que hay en el mundo para el amor de Dios y el clamor del corazón de Dios para con todo ser humano que ignora o menosprecia su amor quebrantaba mi corazón, y lloraba por los dos motivos a la vez.

 Después de un tiempo así, el Señor empezó a mostrarme otro aspecto de la vida de este río. Tan claramente el fluir de los tremendos corrientes representaba el "Porque de tal manera amó Dios al mundo..." Pero ahora llevó mi atención al movimiento y trabajo continuo que se realizan en el río.

Enfrente de mi a unos 60 metros yacía la proa de un gran buque de carga, las enormes cadenas de sus anclas tendidas en el agua. Y más a mi izquierda y río abajo pude ver un gran número de otros buques, también anclados y esperando turno en una gran cola. A mi derecha había dos grandísimas instalaciones para almacenar granos, y es aquí donde estos buques se amarran a los muelles para ser cargados con diferentes granos como arroz, trigo, maíz, soya, etc. Constantemente estas grandes bodegas, y muchos mas de los dos que yo veía, se llenan del producto de este país y simultáneamente los barcos de muchas naciones del mundo entero vienen a ser cargados de alimentos. Frecuentamente tienen que esperar varios días hasta que les toca su turno, y  tienen que esperar con paciencia. El único sonido es el suave zumbido de sus plantas eléctricas, y parecen estar en un proceso activo de espera.

De repente el Señor me hacía ver que la función nuestra como miembros de Su cuerpo debe ser como la de estos barcos. Nosotros necesitamos llegar a Su presencia y esperar que él nos llene de si mismo. Como dijo Jesús en Lucas 4:21 "Entonces comenzó a decirles: --Hoy se ha cumplido esta Escritura en vuestros oídos." Tal como los barcos abastecen a las naciones con granos vitales para sostener la vida, así también Dios nos ha escogido y apartado para que seamos llenados con la carga preciosa de Su vida nueva, y que sirvamos también para repartir de la abundancia de Dios en nuestras vidas a un mundo hambriento de verdad y esperanza.

Nuestro papel no es solo de llegar a nuestras reuniones para llenarnos y gozarnos en la presencia de Dios, sino que también, de igual manera de estos barcos, de ser cargados por él para luego salir y repartir al necesitado de lo que recibimos de Dios. Cada uno como creyentes tenemos esta privilegiada responsabilidad. Al ver esto, empecé a ver a las iglesias en una condición no muy saludable. Muchos creyentes se congregan para ser edificados y cargar sus baterías espirituales, pero solamente para llegar hasta la siguiente reunión y volver a cargarse para la siguiente semana...etc. ¡Pero no es eso la meta! Somos llamados para "ir y hacer discípulos a las naciones" y tomar parte activa en invertirnos en la obra de nuestro amo y Señor. Esto no es una opción o sugerencia, sino es un mandato de Dios. Sea que nos toca levantarnos e ir a otra parte de nuestra nación o del mundo, o solo a la vuelta de nuestra casa para alcanzar a los vecinos, es nuestro destino y  "...supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús."

 Meditando así en la condición de la iglesia y su gran variedad de miembros, el Señor empezó a mostrarme más detalles. Podía ver ahora otras clases de barcos, pero no eran los grandes buques que miraba delante de mi, sino mucho más pequeños. Habían barcos de vela, barcos de remos y otros deportivos de motores. Algunos jalaban a personas en esquís para agua, que paseaban alegremente en gran estilo. Veía también gente nadando, y niños con sus juguetes flotantes de figuras divertidos. Entre otros habían yates de diferentes clases, algunos medianos y bonitos, otros grandes y ostentosos. Eran de todos colores y estilos, algunos simples y otros más lujosos. Algunos estaban en muy buenas condiciones, bien pintados y mantenidos, y otros se miraban viejos y descuidados.

Lo que me alarmaba y entristecía en gran manera fue que toda esta actividad era puramente entretenimiento. Muchos estaban pasando un buen tiempo, contentos en su diversión, y otros parecían más interesados con lucir bien a los demás que en su propia actividad. Me impresionó el Señor con la triste realidad que la mayoría de los creyentes andan por este estilo, viendo por su propios intereses y bienestar. No era que todos lo hacían de mala intención, más bien no entendían o creían que en verdad Dios los quiere utilizar en sus vida diaria.

Otra vez mi atención fue dirigida hacia los grandes buques de carga. Estos eran puros barcos de trabajo. No se evidenciaba mucho cuidado de su apariencia, sino mas bien su funcionamiento. Algunos eran muy oxidados en partes, con sus gruesas laminas de acero golpeados por el trabajo que llevaban. Unos estaban obviamente en proceso de pintarse, pero solamente para protegerse de la corrosión del mar. Eran majestuosos en su tamaño y porte, pero nada elegantes como los grandes cruceros para turismo. Su aspecto era de seriedad y dedicación a un trabajo arduo y lento. Y no era de solamente de hacer un viaje y a descansar, pero un ciclo constante de llenarse y entregar, llenarse y entregar.

De nuevo podía ver como estos buques llevaban por los mares sus bodegas llenas de sostenimiento vital a los puertos del mundo. Y a la vez se me hizo más y más claro el anhelo en el corazón de Dios para ver a Su pueblo trabajando en los campos que nos rodean, llevando la buena semilla de la Su palabra, no en tinta y papel, sino escrita en el corazón y para ser leída por todo hombre. Miraba que en la misma manera los alimentos eran llevados a los puertos, y luego a los mercados y después a las viviendas de cada familia, así la intención y plan de Dios es que su evangelio sea llevado a las naciones y pueblos y las iglesias y luego a cada hogar y corazón de este mundo. Es tanto el volumen de trabajo, que no hay tiempo para simple diversión. Y la verdad es que no existe mayor gozo que el de ser utilizado como instrumento del Altísimo en llevar bendición, sanidad, esperanza y amor a un corazón necesitado.

Mientras que miraba todas estas cosas, imploraba a Dios que capacitara y motivara a su iglesia para cumplir con Su diseño para la función de cada miembro. Cuando le preguntaba que podíamos hacer para lograr esto, me impresionó con actitudes del liderazgo de las iglesias que necesitan cambiarse. Nuevamente me mostró la diversidad de los barcos, y me enfocaba en los deportivos. Miraba algunos barcos haciendo carreras, con sus tripulantes atentos a la competencia y su posición dentro de ella y haciendo todo lo posible para ganar alguna ventaja sobre los demás barcos. También vi algunos montados en los "Jet-skis", haciendo grandes saltos y otras maniobras impresionantes, y llevando los aplausos y admiración de los espectadores y sus compañeros del deporte. El Señor me mostró que en esta misma forma muchos líderes entre Su cuerpo, pastores de iglesias y líderes de grupos de iglesias y de otros ministerios están más pendientes de su posición el la "carrera" que el propósito de estar en el agua. Tristemente, algunos han llegado al extremo de lo que habló Jesús a los fariseos en Juan 5:42-44,  "Al contrario, yo os conozco que no tenéis el amor de Dios en vosotros. Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibís. Si otro viene en su propio nombre, a aquél recibiréis. ¿Cómo podéis vosotros creer? Pues recibiendo la gloria los unos de los otros, no buscáis la gloria que viene de parte del único Dios."

Entendí que la mayoría de estos hombres de Dios no empezaron con interés de hacer competencias, pero que en alguna forma se habían desviado del camino original. Desde el líder de un estudio bíblico o un maestro de escuela dominical, empezaba una tendencia de uno estar consciente de su posición o función además de, o en lugar de su atención a su relación con Dios. Lo tangible sutíl y fácilmente sustituye lo intangible. También me di cuenta que la manera que crecía la influencia y alcance del "ministerio" o "don" de una persona podría suceder por diferentes razones. En algunos casos simplemente la gracia de Dios operando en unas personas abría campo espontáneamente, y en otros casos algunos se promovían para mejorar su estatura entre el cuerpo de Cristo. Entre más personas un ministro podía "levantar" en su liderazgo, más alto resultaba él en su propia jerarquía, y así también mejoraba su condición o posición en la carrera al compararse con otros líderes.

Al percibir estas cosas, lloraba con más intensidad y un dolor tremendo que reventaba en mi pecho. Sentía la carga tan fuertemente que lo único que podía hacer fué clamar a Dios por su misericordia y perdón - perdón por mis propias faltas y los de todos los siervos de Dios que en una u otra manera hemos fallado y seguimos fallando al que nos llamó con tan grande amor a su mies. Mirando de nuevo los grandes barcos, vi la enormidad de la tarea que nos espera, y a la vez podía ver la grandeza y soberanía de Dios sobre todas las cosas, y me llenó con un profundo gozo el saber que El es Señor de la obra, y es El que va a llevar a consumación la tarea. Miraba las grandes planicies de este país produciendo su fruto, y el proceso por lo cual todo llega a su destino, y vi de nuevo y con grande satisfacción que Dios es fiel para completar lo que El empezó desde el principio.

Cuan hermoso es Su amor con que nos ha llamado a su presencia y ha dispuesto llenarnos de Sí Mismo y enviarnos como "Las hojas del árbol (que) son para la sanidad de las naciones."

>Y que gracia y paz hay al entender que el único que podemos hacer es llegar a su presencia en humildad y paciencia, dispuestos a que nos llene con su carga preciosa.

Y no existe mayor gozo que saber que nos ha ungido para lo que dice el profeta Isaías, "¿No consiste, más bien, el ayuno que yo escogí, en desatar las ligaduras de impiedad, en soltar las ataduras del yugo, en dejar libres a los quebrantados y en romper todo yugo? ¿No consiste en compartir tu pan con el hambriento y en llevar a tu casa a los pobres sin hogar? ¿No consiste en cubrir a tu prójimo cuando lo veas desnudo, y en no esconderte de quien es tu propia carne? Entonces despuntará tu luz como el alba, y tu recuperación brotará con rapidez. Tu justicia irá delante de ti, y la gloria de Jehová irá a tu retaguardia. (Isaías 58:6-8). P>En ti esperamos Señor Jesús. Sin ti nada podemos hacer. Contigo, nada nos será imposible. ¡Ayúdanos Señor!

Dick Funnell
Noviembre, '98


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